Patrimonio digital, objetos digitales y cultura material son tres conceptos que actualmente ocupan la atención de la museografía. Los museos etnológicos, los museos de arte y los de historia tienen el reto de gestionar el patrimonio digital y encontrar las mejores prácticas para hacerlo. El uso de tecnologías, cambios en las estrategias de coleccionismo, la interdisciplinariedad y la exposición de colecciones digitales son algunos de los ingredientes de este contexto.
La constante creación, reproducción y destrucción de contenidos digitales ha llamado la atención especialmente de los museos de etnología. Desde un punto de vista antropológico, los museos de etnología no solo coleccionan objetos de valor cultural (muchos de origen colonial) sino que tienen una misión educativa. Adicionalmente, la UNESCO ha declarado que el patrimonio digital merece tanta atención como todos los tipos de patrimonio cultural.
Esto ha obligado a cuestionar si los museos de etnología, también llamados de cultura y sociedad, aún necesitan objetos físicos y colecciones de cultura material para lograr sus objetivos. Adicionalmente, este debate implica revisar cómo los museos utilizan las nuevas tecnologías, hacia adentro del museo (gestión de documentos, conservación e inventarios) y hacia afuera (pedagogías digitales, exposiciones sobre lo digital y la obsolescencia tecnológica, entre otros). Parece que los museos, en tanto organizaciones, necesitan un poco de antropología aplicada a las organizaciones que ayude a gestionar su transformación digital.
Definiendo el Patrimonio digital
En el contexto de la museografía etnológica, la avalancha de contenidos digitales y realidades virtuales, nos hace repensar lo más básico: el valor y la función de los objetos físicos y únicos en la era digital. Por ejemplo, si las colecciones de los museos están disponibles, de formas cada vez más innovadoras, en el entorno digital y si el creciente legado digital hace parte del patrimonio documental inmaterial del mundo ¿Hasta qué punto lo digital es capaz de reemplazar lo material?
La accesibilidad a los objetos digitalizados, la creciente generación de patrimonio digital y tecnologías como la realidad aumentada, la realidad virtual (VR) y muy recientes tipos de hologramas, realzan la pertinencia y coyuntura de la pregunta anterior.
Pero al hablar de objeto digital y de patrimonio digital, es necesario traer una definición que sirva de referencia al debate. La Carta para la Preservación del Patrimonio Digital de la UNESCO dice lo siguiente: “Los objetos digitales pueden ser textos, bases de datos, imágenes fijas o en movimiento, grabaciones sonoras, material gráfico, programas informáticos o páginas Web, entre otros muchos formatos posibles dentro de un vasto repertorio de diversidad creciente. A menudo son efímeros, y su conservación requiere un trabajo específico en este sentido, en los procesos de producción, mantenimiento y gestión”. Algo complementario: el patrimonio digital es el conjunto de recursos que se convierten a este formato a partir de material analógico ya existente, y también es el conjunto de objetos de origen digital.
Objeto digital, objeto material, una cuestión de aura
Teniendo en cuenta lo anterior, es claro que los objetos digitales revisten un valor cultural, educativo y científico, tan importante como los objetos físicos y la cultura material. Si pensamos en un objeto u obra de una colección determinada, por ejemplo, un incensario maya del siglo X, coincidimos en concluir que, en ningún caso, ni en el entorno digital o virtual ni en la sala del museo, el público puede tocar e interactuar directamente con el objeto. El objeto físico, por lo menos el original, siempre ha estado restringido al público.
No obstante, hay algo verdaderamente diferenciador en los entornos digitales y virtuales versus los entornos físicos materiales: la posibilidad de visualizar los objetos en tamaños y detalles inaccesibles en la sala, en cualquier momento y lugar. Es decir, la posibilidad de acercar los objetos a nosotros en nuevas dimensiones. El entorno entorno digitales y virtual, también llamado digiscape, permite acercar los objetos al público en formas innovadoras, bajo la mediación dispositivos tecnológicos.
Los tenemos disponibles en el ordenador, en el smartphone, en la tableta digital. Este fenómeno de “disponibilidad” y proximidad de la obra recuerda un ensayo de 1928 de Paul Valéry, La conquete de l’ubiquité. En él se afirma que “Así como el agua, el gas y la corriente eléctrica vienen ahora desde lejos a servirnos en nuestras casas, obedeciendo a un movimiento de nuestra mano, así llegaremos a disponer de imágenes y sucesiones sonoras que se presentarán respondiendo a un movimiento nuestro, casi a una señal, y que desaparecerán de la misma manera”.
Este admirable pensamiento visionario de Paul Valéry predijo el advenimiento del entorno digital contemporáneo y expresa bien hasta dónde hemos llegado con el desarrollo tecnológico. Walter Benjamin había entendido la pertinencia de tal afirmación, por lo cual citó a Valéry en su famoso trabajo “La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica”.
Walter Benjamin explicó con claridad el valor cultual (de culto) de las obras únicas antes del capitalismo, por ejemplo, una escultura clásica griega o el David de Michelangelo. Ahora bien, tal vez es importante examinar hasta qué punto los objetos materiales únicos y los “tesoros culturales” en los museos de etnología conservan un aura, en qué medida son “objetos de culto” y si esto contribuye a cumplir los objetivos museográficos contemporáneos.
¿Hasta qué punto lo digital puede reemplazar a lo material en los museos?
Pues bien, hoy en día nos preguntamos hasta qué punto lo digital es capaz de reemplazar lo material. Ciertamente, para los “nativos digitales” el objeto material está siendo “sustituido” constantemente por un objeto digital. En el entorno digital se pueden cumplir los objetivos del museo en los campos de educación, accesibilidad, polifonía, multiculturalidad y participación, por lo cual en muchos casos nisiquiera hace falta estar en el museo.
Pero el uso y acceso a los contenidos, servicios y experiencias digitales y virtuales no es homogéneo e igual para todo el mundo. Lo digital-virtual genera diferentes grados de aceptación y rechazo en las sociedades y es aprovechado o rechazado según la edad, la clase social y otros aspectos socioculturales. En una sociedad como la europea, donde la pirámide demográfica tiende a estar invertida, el objeto digital puede no ser del todo accesible para todos los públicos. Regresando al inicio de este texto, vale la pena repensar el valor del objeto original, del objeto único, y su relación con los distintos y heterogéneos públicos.
Por una parte, la preservación del patrimonio material original sigue siendo un objetivo importante, por lo cual el objeto físico no podría ser reemplazado. Por otra, los objetos de origen digital, aquellos que no son solo digitalizaciones de objetos físicos, también deben ser conservados y documentados.
Preguntar acerca del valor cultual contemporáneo de las colecciones físicas, originales, es algo que merece un interesante debate. ¿Hablamos un valor cultual circunscrito al saber experto de la museología y la antropología? ¿Es su condición de «tesoro cultural e histórico» lo que los posiciona como un objeto de culto de cara a las audiencias? ¿Qué decir de su valor educativo y su apertura a públicos masivos deslocalizados?
De momento, por lo menos es interesante señalar que el “aura” del objeto de museo, se erosiona debido a la fuerza de lo digital. Es decir, como consecuencia de la expansiva posibilidad de difusión y exhibición del objeto en su formato digital visual y sonoro. Si hacemos una lectura en clave Walter Benjamin de lo anterior tendríamos que, por lo menos, preguntar acerca de las posibilidades políticas y de empoderamiento que genera esta hiper-difusión, apertura y deslocalización del objeto digital.
Libro físico o libro digital, un debate similar
En otros campos también hay debates sobre el posible reemplazo de lo material por lo digital. Por ejemplo, en el caso del sector editorial se ha dicho que el e-book reemplazaría al libro de papel. Inicialmente, e-book y libro de papel han sido enfrentados en todo tipo de debates, pero recientemente se ha visto que no hace falta reemplazar uno por el otro, sino buscar formas complementarias, conjugaciones innovadoras que ayuden a lograr los objetivos inherentes al libro.
Bernadette Biedermann, curadora e historiadora en la Universidad de Graz en Austria, ha investigado el rol y efecto de los museos virtuales y también se ha preguntado si lo digital puede reemplazar a lo material. En su artículo ‘Virtual museums’ as digital collection complexes, Biedermann analiza por qué la presentación de objetos en un espacio virtual no puede competir con las exposiciones “reales” en los museos; principalmente, debido a que no pueden reemplazar el encuentro con el objeto material.
Adicionalmente, los objetos digitales y las exposiciones virtuales sirven a sus propios fines. Defiende que las colecciones virtuales pueden ser usadas como herramientas de educación independientes que ayuden a clarificar los diversos significados sobrepuestos en los objetos.
Lo físico, lo digital y las tecnologías que vienen
Desde el punto de vista tecnológico, la discusión sobre el reemplazo de un medio tecnológico por otro es permanente. Se dijo que la televisión reemplazaría a la radio, y que el internet reemplazaría a la televisión. La obsolescencia tecnológica es un factor importante en la «caja de herramientas» del museo.
En el caso de la museografía de los objetos etnológicos, posiblemente, la exposición virtual tampoco reemplazará a la exposición en las salas del museo, y el objeto digital, no necesariamente tiene que reemplazar al objeto físico. Por el contrario, es más posible que debido a la emergencia de los nuevos medios, lo digital y lo físico vayan redefiniendo su complementariedad, alcance y objetivos específicos.
Las tecnologías por venir como las aplicaciones de Inteligencia Artificial en medios de comunicación e interacción mantendrán vivo el debate sobre lo digital en el museo. Finalmente, los museos son instituciones que, por una parte, tienen que conservar preciosos legados históricos, antiguos y en riesgo de desaparecer, y por otra, tienen que adaptarse rápidamente a las tecnologías de la comunicación (incluidas todas las tecnologías de audio y visualización).
Los museos de etnología son expertos en la tecnología del pasado. El problema es que las tecnologías del presente y las del pasado muy recientes también son objeto de estudio para estas instituciones. Por lo tanto, hay un triple reto: 1) usar las herramientas tecnológicas para la gestión y cuidado del inventario y para la comunicación y pedagogía con la ciudadanía; 2) hacer una museografía de las tecnologías presentes y de las que recientemente han entrado en la obsolescencia, teniendo en cuenta su valor como objeto cultural; y 3) gestionar el patrimonio digital, virtual e inmaterial que se produce en los entornos digitales-virtuales producidos por estas nuevas tecnologías.