Juan Pablo Roa Delgado es el fundador del proyecto Animal Sospechoso, una editorial y una librería especializada en poesía ubicada en Barcelona, España. Para el proyecto Destierra (una web sobre emprendedores y artistas colombianos en el mundo, que desafortunadamente no existe más), había entrevistado a Juan Pablo, indagando sobre su actividad creativa, sus proyectos y su vida por fuera de Colombia. Para no perder la entrevista y compartir lo que Juan Pablo piensa sobre la poesía y las librerías, la publico aquí.
PREGUNTA. Una frase que resuma tu actividad creadora o creativa
JUAN PABLO ROA. Excavar ventanas en el suelo de la lengua, abrir ventanas en los muros de palabras, porque las palabras se endurecen y se hacen sordas.
P. Te fuiste de Colombia a mediados de los años noventa. Desde la distancia ¿Cómo crees que ha cambiado Colombia durante estos años?
JPR. Más exactamente en el año 93, pero antes de responder, permíteme decir que cuando uno se va de su lugar de nacimiento, poco o nada debería decir al respecto, porque ese mundo está más vivo en su ausencia y crece más que cuando uno vivía en él. Y en ese sentido uno queda cristalizado en los recuerdos, no hace otra cosa que pensar en el país que no existe ya… acaso uno queda añorando el país de la infancia. Algo muy fértil para la creación poética, pero poco provechoso a la hora de hablar como expedicionario de ese paisaje que siempre resulta rarefacto.
Pero volviendo a tu pregunta, creo que Colombia es como el trópico que describe en sus libros el poeta Álvaro Mutis: todo queda avasallado por la vida, por el crecimiento; todo se desborda, para bien y para mal. Gana la vida siempre, no importa cómo ni cuál sea el resultado. En gran parte los últimos años han sido los años de la liberación de las costumbres… aunque no del pensamiento. Al menos en las zonas del interior, la gente me sigue pareciendo muy conservadora. Aparte de esto, creo que los colombianos tienen tantas ganas de crecer, de liberarse, de crecer como les da la gana y eso explica por qué hay casi más colombianos figurando en el exterior que colombianos dentro de las fronteras…
P. Animal Sospechoso primero fue una revista anual de poesía (5 números) y ahora se ha convertido en una editorial de poesía asentada en Barcelona ¿Cómo es la aventura de emprender una empresa con Animal Sospechoso?
JPR. Estaba a punto de hablar con palabras cacofónicas y feas para contar cómo se ha asilvestrado el sistema social y económico en Europa (en realidad en el Mediterráneo, porque el norte de Europa sigue dictando las reglas del juego) pero la lengua estreñida no es mi fuerte. Yo prefiero contar una anécdota paradójica que, aun a riesgo de banalizar una respuesta seria, ilustra mejor que cualquier intento teórico. La verdad es que la vida en Barcelona me llevó a hiperespecializarme en un mundo que estaba a punto de derrumbarse: durante años me gané la vida como corrector ortotipográfico y como editor de poesía, hasta cuando comenzó esa artimaña que llamamos crisis y todos en España fueron olvidados por sus trabajos anteriores y se pusieron a hacer paella para los turistas adocenados. Yo, por supuesto, me vi en las mismas, pero antes de pensar en un nuevo oficio, me encontré con que ya no me interesaba empezar de nuevo. De manera que lo que se me ocurrió fue convertir la revista de poesía que hacía desde 2002 con Roberta –la italiana por la que nunca volví a Colombia– en editorial, en empresa de servicios de edición y en librería especializada en poesía.
P. ¿Cuál es el énfasis y tipos de proyectos editoriales que busca Animal Sospechoso?
JPR. El epicentro es siempre la poesía, o el ensayo que gravita cerca o alrededor de la poesía. Dicho más explícitamente, me interesa la poesía que pueda hablar con el lector de nuestro tiempo. Grosso modo, lo que busco es encontrar el libro de poesía que está a la espera de que algún editor lo reconozca como libro y se decida a publicarlo. Por ejemplo, la Poesía reunida de Rosa Lentini, o la Antología poética de George Herbert. En el primer caso, se trata de una poeta que ha llegado a su madurez y a quien le había llegado el momento de hacer un alto en el camino para sopesar lo hecho y emprender su obra mayor. Rosa Lentini es la cabeza visible en Barcelona de las poetas de expresión española que se fabricaron una tradición femenina (como los poetas modernistas hispanoamericanos, hijos del simbolismo francés) fundada en las poetas estadounidenses del siglo XX y alguna poeta latinoamericana como por ejemplo Alejandra Pizarnik. Sus libros de poesía ya no se conseguían, y ella siempre ha sido una de las poetas de mi predilección; tanto así, que en el dossier de la segunda entrega de Animal Sospechoso (en 2003, me parece) estaba dedicado a su poesía. Recuerdo que me preguntaba por qué ningún editor se me había adelantado en la publicación de un libro así como el que yo me proponía a publicar. En fin, el caso es que este interés me llevó a proponerle publicar su toda su poesía aparecida hasta 2015 (20 años de escritura), con tan buena fortuna que ella terminó haciendo un ejercicio creativo que nos recuerda a Juan Ramón Jiménez. Por una parte, Rosa propuso una ordenación cronológica inversa, reagrupando sus libros a partir del último volumen publicado (Tuvimos) como propuesta de lectura unitaria, aunque ideada como una obra abierta. Una tentativa que pareciera recordarnos «el proyecto total» de Juan Ramón Jiménez que, hacia 1952-1954, organizó y unificó su obra, «un mar en movimiento», bajo el título significativo de Metamórfosis. Por otra parte, la poeta sometió toda su obra a un profundo trabajo de revisión y, en algunos casos, de reescritura, en un intento de dar forma a una «poética relativa, no totalizante», como afirma el poeta uruguayo Eduardo Milán en el prólogo al volumen del que estamos hablando.
En el caso de George Herbert (1593-1633), sucedió algo semejante. Éste es un poeta de la órbita de John Donne, es decir de los llamados poetas metafísicos ingleses. Se trata de un poeta que aparece en todas las antologías de los metafísicos ingleses, pero en castellano carecía de libro unitario, propio. En este caso, el libro publicado nos recompensó el acierto; por un lado, recibió el premio Ángel Crespo de traducción literaria, un año después de su publicación y fue una manera de reconocer el trabajo de los traductores que se embarcaron conmigo en la iniciativa editorial. Por otro lado, críticos y poetas como Andreu Jaume y Andrés Sánchez Robayna escribieron reseñas elogiosas sobre nuestra edición bilingüe y eso nos dio la oportunidad de que la prensa nos prestara su atención en uno de los mejores momentos de una editorial… su nacimiento…
P. El último título que Animal Sospechoso ha publicado y de qué trata
JPR. El último libro, que combina poesía y fotografía, es lo que podríamos denominar como un libro típicamente barcelonés: Boreal Invierno Austral. Se trata de un poemario bilingüe, en el que el poeta David Casassas escribe sus poemas indistintamente en castellano y en catalán, pues es un poeta hijo de ambas tradiciones. Por eso digo que es algo típicamente barcelonés, pues en esta ciudad existen fenómenos como éste, en el que dos idiomas pueden coexistir y complementarse mutuamente. Por supuesto que al final el libro trae un apéndice en el que se traducen los poemas catalanes, pero la idea era publicar un libro «natural». Un libro en el que poesía y fotografía se complementaran y mantuvieran un diálogo tácito que diera como resultado la conversación entre dos textos: los poemas de David Casassas y los montajes fotográficos de la fotógrafa barcelonesa Cristina Ortiz. En cuanto a lo que me preguntas acerca del tema de este último título publicado, basta con un par de palabras: la permanencia. La poesía de David nos insta a fijarnos en la permanencia, en el estar aquí y ahora, en el ver lo que hay en el instante; ojo y presencia se esfuerzan por un presente continuo. Si lo piensas con detenimiento, es algo no tan apropiado en nuestros días, pues somos hijos de la dispersión, de lo efímero y de todos los demás modos de ser y estar con la cabeza en una parte y el cuerpo en otro…
P. Ahora si ¿explícanos por qué la poesía es un animal sospechoso?
JPR. El nombre de Animal Sospechoso viene de un ensayo del poeta y editor colombiano Nicanor Vélez que se titula «José Ángel Valente o el movimiento de la materia», publicado en 2001 en la revista de poesía Rosa Cúbica (21-22). Dice así: «Cuando afirmamos que la poesía es un medio de conocimiento es, en parte, porque, como dice Valente, “toda poesía es, ante todo, un gran caer en la cuenta”. Una de las grandes revoluciones de la poesía que se concibe así es su conciencia de explorar un territorio desconocido e invisible, por el simple hecho de no estar controlado, orientado y premeditado de antemano. Por esto el poema, visto así, es un animal sospechoso para toda ideología; simple y llanamente, porque la ideología sabe que ella puede ser la primera víctima de ese “primer animal visible de lo invisible” (como diría Lezama), y esto asusta».
P. ¿Quién fue Nicanor Vélez y cuál ha sido su influencia sobre ti?
JPR. Yo me fui de Colombia en 1993 y estuve 4 años fuera, al inicio en Lisboa, donde conocí a Roberta, y luego en Pisa, y esa primera experiencia europea fue muy valiosa desde el punto de vista existencial y de re-conocimiento del mundo. Digamos que esos primeros años de extranjero no sólo me hicieron encontrar el amor de mi vida, sino que me hicieron volver a nacer. Sin embargo, tras unos años de idas y vueltas, me vine a vivir en Barcelona con una idea muy poco clara de lo que quería hacer. Quería hacer libros, es cierto, pero no se me ocurría muy bien el camino a seguir y yo en Colombia trabajaba como traductor y crítico literario, pero al llegar aquí, las revistas literarias no eran lo que yo soñaba… y no se podía vivir de eso. A los dos meses de estar aquí, más o menos, en los que no encontraba trabajo por mil motivos como la edad (decían que encontrar un primer trabajo con 35 años de edad era insólito, por no decir imposible) y la falta de contactos.
El caso es que un día, al salir del apartamento en donde vivía recién llegado a Barcelona, me encontré un trozo de papel viejo, en el bolsillo de una chaqueta que llevaba meses sin utilizar, y ahí había un número de teléfono que tenía anotado desde Bogotá, después de una noche de juerga, en el que Evelio Rosero, nuestro novelista nariñense, me había escrito el número de un amigo suyo del alma, paisa, que trabajaba en una editorial muy grande. Ese amigo suyo del alma, era Nicanor Vélez, poeta y editor de Medellín que había llegado aquí después de sus estudios universitarios en París y trabajaba para Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Lo que más recuerdo de Nicanor, es una frase que me descolocó por completo. Estábamos almorzando –él me invitaba siempre los primeros meses mientras terminaba de acomodarme en Barcelona– y me dice:
–Juan Pablo, por qué no te especializas en algún tema editorial, como por ejemplo en corrección tipográfica de poesía…
Yo pensaba que él estaba delirando, porque me parecía que eso de especializarme tanto era como renunciar a otras oportunidades de trabajo. Sin embargo mi estupefacción y mi confianza en él me llevaron a aceptar el reto.
Trabajé once años con él, todos los días, y lo ayudaba en la colección de poesía que él mismo había inventado para Galaxia Gutenberg y en la colección de obras completas de la misma editorial, que llevaban a su cargo Nicanor Vélez, Ignacio Echavarría y otro editor que ahora no recuerdo.
No me quiero alargar en este punto, pero no puedo obviarlo, pues Nicanor fue como mi segundo papá; fue él quien me enseñó todo lo relacionado con el oficio de editor y todos los secretores tipográficos que rodea el mundo de la hechura de libros. Además, eso también quiere decir que cambió mi forma de entender y de escribir poesía, pues son todos trucos y secretos que lo llevan a uno a leer desde otra perspectiva, a entender los libros desde un punto de vista de artesano, si me permites la expresión. En una palabra, Nicanor me enseñó a leer, a tomarme en serio cada palabra escrita o publicada, y eso es mucho decir.
Por supuesto nunca llegamos a ser lo que se considera como íntimos amigos, porque yo siempre lo respeté como quien respeta a un maestro y nuestra relación siempre estuvo marcada por la relación que se establece entre un maestro y un aprendiz. Sí que había amistad, intimidad, camaradería, etcétera, pero sobre todo había admiración y respeto. Por eso cuando enfermó y murió a mí se me iba hundiendo el mundo y me costó mucho empeño y trabajo rehacer mi vida sin él, en un mundo laboral que se había derrumbado casi por completo.
A él le tocó el inicio de esa desbandada laboral, vivió en carne propia un despido injusto e inequitativo y por eso mismo él y yo tratamos de poner una empresa de servicios editoriales y alcanzamos a editar y maquetar algunos libros de una editorial literaria que se llamaba Duomo Ediciones, pero a los pocos meses de iniciada la actividad, Nicanor tuvo una recaída y murió meses después de que me dieran el premio de poesía Vila de Martorell en 2010, por el poemario Existe algún lugar en donde nadie.
Menciono esto del premio de poesía, porque para mí fue importante que él viera publicado ese libro, pues, como te dije antes, Nicanor era una especie de segundo padre para mí, y esa publicación y ese premio era como decirle al maestro: esto es lo que ha asimilado su aprendiz.
P. Eres editor, pero sobretodo escritor ¿si? ¿no? ¿más o menos?
JPR. Hay quien diferencia entre el editor y el poeta editor, e incluso se cree que la pequeña gran diferencia entre el editor y el poeta editor consiste, básicamente, en que el poeta editor publica sólo lo que a él como poeta le interesa, a pesar de los riesgos editoriales que eso pueda conllevar. Yo no soy de esa opinión, y creo que lo que vale como respuesta tiene que ver por esa pasión o ese amor por los libros que no sólo aprendí con Nicanor, sino que me viene desde la infancia cuando imitaba a mi abuelo materno que se levantaba a las 5 de la mañana todos los días para leer encerrado en su biblioteca, hasta las 8 de la mañana cuando se ponía los zapatos y se iba al trabajo en el centro de Bogotá.
El amor, la pasión, o mejor, el vicio por los libros es un germen que alimenta a todo editor y a todo escritor. Las diferencias son circunstanciales, no son sino accidentes dentro de una misma especie… Amo estar entre libros y esa fruición es lo que está detrás de mi vida como autor, editor, librero (y como papá que todas las noches le lee a su hija cuanto libro conseguimos). Incluso con Roberta, mi compañera de vida, la mitad de nuestros intereses provienen de los libros y de nuestros hallazgos a través de los libros.
P. ¿Cuáles son los títulos de tus libros de poesía y de qué hablan? Es decir ¿Cuáles son los temas de esos libros?
JPR. Si me permites una media verdad, quisiera hablarte sólo de los libros que he publicado tras mi viaje fuera de Colombia, pues mis dos primeros libros, los publicados en Bogotá antes de 1993, cuando me fui, son circunstanciales, en el sentido de que eran libros cuyos poemas eran sondeos y búsqueda de aprobación familiar. Sus títulos son Ícaro (1989) y Canción para la espera (1993) y fueron libros escritos durante el periodo de tiempo en que mi papá, enfermo de leucemia, fue desahuciado por los médicos y, tras una muerte clínica que parecía fatal, tuvo dos años de gracia en los que la muerte le avisó que vendría pronto por él… Y, como si la vida utilizara los mismos métodos que la Biblia, en que los personajes parece repetir o vivir siempre la misma historia (el padre que sacrifica al hijo como en el caso de Abraham e Isaac, su hijo único, o entre dios y Jesús, o el abandono del país natal en busca de la Tierra Prometida) son libros que buscan mostrarle al padre que su hijo es un autor y que ha escogido su propio camino… Es decir, lo que me pasó en la vida adulta con Nicanor…
En fin, los tres libros que he escrito después de 1993 son El basilisco (México, 2007), Existe algún lugar en donde nadie (2011) y Este lugar, este día (en prensa). El basilisco tiene que ver con «la quema de las naves» personal. Es un adiós a la vida pasada, un adiós a Colombia, pues cuando salí en 1993 tenía ese sentimiento de no mirar atrás, no volver, no arrepentirme de mi «exilio interior». Recuerda que el basilisco es una especie de reptil quimérico de la mitología griega y medieval que podía matar con la simple mirada, que consideraban el rey de las serpientes. Es un libro celebrativo pese a todo.
Es un libro de poemas escritos en versículo y se ve un claro interés por los poetas de verso largo, como Álvaro Mutis, con su poema «204», o como el José Emilio Pacheco de «Descripción de un naufragio en ultramar», pasando por Rafael Cadenas, Watanabe y José Viñals. Y fue estudiando a éste último poeta, para la antología de sus poemas que publiqué en el número 3 de la revista Animal Sospechoso, cuando descubrí que en este poeta argentino el versículo era una manera solapada de encadenar un endecasílabo tras otro, pero había a veces una especie de piloto automático retórico que vaciaba el fondo del poema. Y desconfié de él y de mi propia manera de hacer poesía en ese sentido.
Por eso sé que uno de los sostenes de Existe un lugar en donde nadie es la destrucción de esa manera de hacer versículo, una búsqueda de formas breves del tipo de Una vita de Ungaretti o del último José Ángel Valente, el de Fragmentos de un libro futuro. Me puse la tarea de hacer un poema extenso (de versos cortos) tan grande, que la única manera posible de proceder razonablemente, era imitar el trabajo del arqueólogo. Ir encontrando piezas para imaginar, para tratar de reconstruir, tras una prolongada búsqueda, un todo unitario, uniforme, aunque no una totalidad (imposible de hallar en su totalidad). Este libro es el luto trascendido en arte, si me dejas hablar de una manera así de rotunda, son poemas escritos a la memoria de mi padre y de mi hermano Luis Gabriel, en los que busco reconstruir el mundo perdido, «el país de la infancia» del que te hablaba al comienzo de la entrevista.
Sin embargo, una mirada más a fondo revela una puerta de entrada que une el traspatio de ambos libros: la variación y las repeticiones. Un tanteo, un ensayo por volver sobre el mismo poema, un centrarse en el decir y en lo que no alcanza a enunciar con todas sus palabras. Así, en ambos libros hay una búsqueda de la variación, se juega a retomar resonancias, a sugerir, casi a auto-citar sus mismos textos y sus mismos ritmos. Hay, también, un diálogo velado con los poetas colombianos que más me han acompañado como lector y a quienes he querido imitar. Te hablo de Fernando Charry Lara, de Giovanni Quessep, Jorge Gaitán Durán… El título mismo es una variación, un guiño a un poema de Giovanni Quessep.
Por último, el libro inédito Este lugar, este día, es la celebración del aquí y el ahora, todo el momento que ha venido a mi vida con la llegada de mi hija Cloe, en particular, junto con una mirada retrospectiva a los momentos felices de cuando era joven e indocumentado en Toscana, junto con los momentos felices en que como por arte de magia sentía y sabía que estaba vivo y era feliz en el aquí y el ahora de Lisboa, cuando el viaje era un viaje y aún no era la vida entera; es un libro de poemas con versos breves, al estilo de Existe algún lugar en donde nadie, pero con una música muy cercana al poema en prosa. Si se puede, es como la otra cara de El basilisco, que era en versículos, pero tiende a lo lírico, y que nace del poema en prosa.
La tentativa de El basilisco tiende al poema en prosa, al versículo, y la de Existe algún lugar en donde nadie (todo contención y mesura), son, a la vez, complementarias, y de ese salto al vacío que fue el último libro, ambos libros encuentran una especie de síntesis en Este lugar, este día. En ése libro sí que hay un cambio de registro, pues está más cercano a la celebración que al planto (aunque sea una celebración agridulce) y allí pretendo hacer ver al lector que el poeta que hay detrás es el mismo… quiero decir, la voz poética es hija de los mismos experimentos, pese a que la variación tiende a desaparecer. En fin, mejor esperar a que ese libro nuevo termine existiendo para ver si es verdad tanta pretensión…
P. Octavio Paz decía que hay poesía más allá de los poemas, hay poesía en paisajes, personas o hechos. No obstante, escribió Paz que solo en el poema la poesía se aísla y revela plenamente. Para ti, como escritor y editor ¿Qué tiene que tener un poema para afirmar que es poético?
JPR. La poesía es pensamiento que canta. Puede ser muy verdadero, muy reflexivo un texto, pero si le falta música, si le falta canto, no hay poesía. Esto lo han dicho mucho mejor los poetas románticos ingleses, Coleridge, Keats, Shelley.
P. Perdona que insista en esto: cuando lees o te envían un libro de poemas inédito ¿Cómo «uzgar» la calidad literaria de ese contenido para decir «he aquí una buena pieza poética»?
JPR. En el fondo es como cuando en la adolescencia descubres el rock, o cualquier música. Pasan los años, y una muy buena porción de tus gustos, de tu saber de sibarita musical o de hedonista está relacionado con esos primeros gustos. Hay una especia de fidelidad implícita, sobrentendida. Creces y te das cuenta de que lo que te recuerda a los Rolling Stones, a los Beatles, a Led Zeppelin, Lou Read termina por gustarte. O más lejos todavía: muchos de estos grupos y cantantes, pongo el ejemplo fácil de los Beatles, te gustan porque parodian, o porque te recuerdan la música barroca que escuchaba tu papá, o las piezas de Chopin y Vivaldi que aprendiste con él…
P. Los autores o libros que más te han influenciado
JPR. Mejor poetas que libros, para mí. Aparte de los mencionados antes, puedo hablare de Jaime Gil de Biedma, en particular el del poema «Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma» o el de «Contra Jaime Gil de Biedma», y un grupo de mujeres como las poetas españolas María Ángeles Pérez López, Blanca Andreu y americanas como Olga Orozco (argentina), Ida Vitale (uruguaya) o Blanca Varela (peruana). O el poeta de mi adolescencia tardía: Aurelio Arturo.
P. Tu lugar preferido en Barcelona
JPR. Las callejuelas que rodean el museo Picasso en el barrio Gótico, la calle Mayor de sarriá (en el barrio homónimo) y las casas modernistas de Valvidriera que son un espectáculo asegurado de paisaje y arquitectura.
P. Tu lugar preferido en Bogotá
JPR. El barrio de la Candelaria (colonial), en especial la zona de la biblioteca Luis Ángel Arango o del Camarín del Carmen, no puedo no mencionar la calle octava detrás del Palacio de Nariño hacia abajo, hacia la Avenida caracas; El Park Way o avenida Veinticuatro del barrio Teusaquillo y algo de lo que queda del barrio Chapinero (alrededores de La Porciúncula) y Chapinero Alto (alrededores del Hospital Militar).